Poco a poco el gris del cielo cede su lugar a la oscuridad y el viento ensordece a las bestias. Te escondes donde sabes que nadie te alcanzará, en tu falseada realidad, en la consciente ignorancia y comodidad de quien no quiere pensar. Hace tiempo no tienes nuevos conocimientos, solo una montaña de frases inservibles, repetida por una sucesión de autoridades hipócritas.
El ululeo de las aves nocturnas te es indiferente, no te invita al primitivo misticismo del que emergimos; como tampoco lo hace la claridad lunar o el lento paso de las estrellas por el firmamento.
Reniegas de la realidad pero no intentas comprenderla, dejas que otros lo hagan por ti. Piensas que causa y efecto no se aplican al reino del corazón; que el capricho y el deseo sin acción crean al mundo. No entiendes a los demás porque no te entiendes a ti mismo.
Te abandonas a la arbitraria emergencia de tus sentimientos para naufragar en mares desconocidos, manteniendo la insolente esperanza de encontrar en ellos un atisbo de felicidad.
Cuando tu razón se dio a la fuga empezaste a creer que la felicidad procede de la peor de las causas, el azar.
Empezaste a creer que la virtud surgirá sola, que las oportunidades aparecerán por arte de magia y que por el mismo arte te encontrarás preparado para reconocerlas y aprovecharlas.
Tus sueños no te alimentan ni impulsan, como sucede con los sanos aventureros, por el contrario, envenenan tu percepción del día, obligándote a odiar lo que crees que el destino te niega en su maligno atropello.
Te expresas con latente violencia para plasmar una doble intención; resaltar la intuída injusticia y aparentar el vigor de años perdidos en un pasado velado incluso para ti.
No hay salidas fáciles, elixires misteriosos, héroes inesperado, revelaciones espirituales, razonamientos válidos...
solo dolor, inexplicable dolor
Solo una plegaria que repites todas las noches...
"Por favor Dios, llévame pronto"
Tus sueños no te alimentan ni impulsan, como sucede con los sanos aventureros, por el contrario, envenenan tu percepción del día, obligándote a odiar lo que crees que el destino te niega en su maligno atropello.
Te expresas con latente violencia para plasmar una doble intención; resaltar la intuída injusticia y aparentar el vigor de años perdidos en un pasado velado incluso para ti.
No hay salidas fáciles, elixires misteriosos, héroes inesperado, revelaciones espirituales, razonamientos válidos...
solo dolor, inexplicable dolor
Solo una plegaria que repites todas las noches...
"Por favor Dios, llévame pronto"