Náufragos Celestes

viernes, 13 de noviembre de 2015

Libremente encadenados.

Las cadenas que más aprietan y agobian son invisibles;
sus grilletes no amarran extremidades, comprimen el centro;
su óxido nubla la vista y corroe el corazón.

La perversión que de ellas emana se evidencia en lo colorido de su disfraz;
en la siniestra capacidad de tomar todas las formas;
en la necedad del sujeto que, desde el calabozo más alto,
proclama a toda voz su libertad.

 Al pasar el tiempo nos apoyamos en ellas, como si se tratase de bastones.
Las adoramos, asegurando que nos permitieron evitar el desastre, 
el horror de la incertidumbre, la vanidad de la aventura,
el sinsabor del verdadero fracaso.

Así pasamos los días, sofocados, sin hacer preguntas;
desfilando orgullosamente
con el estandarte de la libertad en nuestras manos...encadenadas a nuestras espaldas.