Náufragos Celestes

jueves, 26 de agosto de 2010

Historia de miaus

Historia de Miau

Un samurai, feroz guerrero, pescaba apaciblemente a la orilla de un río. Pescó un pez y se disponía a cocinarlo cuando un gato, oculto bajo unas matas, dio un salto y robó su presa.

Al darse cuenta, el samurai se enfureció, sacó su sable y de un golpe partió al gato en dos. Este guerrero era un budista ferviente y el remordimiento de haber matado a un ser vivo no le dejaba luego vivir en paz.

Al entrar en su casa el susurro del viento en los árboles murmuraba miau. Las personas con las que se cruzaba parecían decirle miau. La mirada de los niños reflejaba maullidos. Cuando se acercaba sus amigos maullaban sin cesar. Todos los lugares y las circunstancias proferían miaus lancinantes. De noche no soñaba más que miaus. De día, cada pensamiento o acto de su vida se transformaba en un miau. El mismo se había convertido en un maullido...

Su estado no hacía más que empeorar. La obsesión le perseguía, le torturaba sin tregua ni descanso. No pudiendo acabar con los maullidos, fue al templo a pedir consejo a un viejo Maestro zen.

- Por favor, te lo suplico, ayúdame, libérame.

El Maestro respondió:

- Eres un guerrero, ¿cómo has podido caer tan bajo? Si no puedes vencer por ti mismo los miaus, mereces la muerte. No tienes otra solución que hacerte el harakiri. Aquí y ahora.-y añadió-: sin embargo, soy monje y tengo piedad de ti. Cuando comiences a abrirte el vientre, te cortaré la cabeza con mi sable para abreviar tus sufrimientos.

El samurai accedió y, a pesar de su miedo a la muerte, se preparó para la ceremonia. Cuando todo estuvo dispuesto, se sentó sobre sus rodillas, tomó el puñal con ambas manos y lo oriento hacia el vientre. Detrás de el, de pie, el Maestro blandía su sable.

- ha llegado el momento-le dijo-, empieza.

Lentamente el samurai apoyó la punta del cuchillo sobre su vientre. Entonces, el Maestro le preguntó:

- ¿Oyes ahora los maullidos?

- Oh, no.¡ahora no!

- Entonces, si han desaparecido, no es necesario que mueras.

En realidad, todos somos muy parecidos a ese samurai. Ansiosos y atormentados, miedosos y quejosos, la menor cosa nos espanta. Los problemas que nos preocupan no tienen la importancia que les otorgamos. Son parecidos al miau de la historia.


Ante la muerte, ¿qué cosa hay que importe?

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Historia de miaus

2 comentarios :

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